Un cerezo para un recuerdo que nos lleve a un futuro sin nucleares




De los accidentes nucleares se debe sacar una lección, sobre todo si nos referimos a los ocurridos en Harrisburg (1979 – Estados Unidos), Chernóbil (1984 - Ucrania) y Fukushima (2011 - Japón) y esa lección no es otra que el cierre de todas las centrales nucleares. Para que estos accidentes no queden en el olvido, y que precisamente ese recuerdo nos lleve a conseguir un futuro sin energía nucleares, realizamos en Huesca un acto simbólico, plantando un cerezo, un árbol con mucha simbología para los japoneses, en el aniversario del accidente de Fukushima.

Aprovechamos también para recordaros el ciclo de cine clásico antinuclear que hemos creado como espacio de reflexión y debate sobre el futuro de la energía nuclear, que no puede ser otro que el cierre de todas las centrales distribuidas por el planeta, empezando por Garoña y Cofrentes que nos vemos obligad@s a mirarlas de reojo por su cercanía, su tecnología obsoleta y por haber agotado su vida útil máxima prevista.

La próxima cita con el ciclo de cine es el 28 de marzo, coincidente con el aniversario del accidente de Harrisburg, a las 19,30 horas en el sala 3 del centro cívico “Santiago Escartín”, con la proyección de “Plogoff. Piedras contra fusiles”.

Os ponemos a continuación un pequeño vídeo y el texto que se leyó durante la plantación del cerezo, con el objetivo de recordar a todas las personas afectadas por el accidente (en el pasado, presente y futuro).









UN CEREZO PARA RECODAR UNA TRAGEDIA. UN RECUERDO PARA CONSEGUIR UN FUTURO SIN NUCLEARES

Huesca, 9 de marzo de 2011

Tal día como el 11 de marzo de hace un año, la central nuclear de Fukushima-Daiichi sufrió un terrible accidente que ha dado lugar al segundo escape radiactivo más grave de todos los tiempos tras el de Chernóbil, el 26 de abril de 1986. 

Hoy nos reunimos para recordar este hecho, para que no caiga en el olvido. Los medios de comunicación o bien ya no hablan de ello, o no nos muestran la crudeza de la situación que todavía se está viviendo. Hoy y aquí nos negamos a asumir estos desastres como inevitables, y no sacar lecciones de ellos.
Porque este no fue un desastre natural, sino una prueba más del papel que las grandes corporaciones, en este caso energéticas, ejercen en defensa de sus intereses privados, y de la sumisión colectiva a una idea equivocada de progreso que subordina a estos las políticas públicas. El resultado ya lo conocemos: concentración de poder en manos de multinacionales sin a penas responsabilidad, con el consiguiente escenario de injusticia social, dominio económico y de los recursos naturales, pérdida de democracia neta y de soberanía popular; que dan lugar a focos de inseguridad constante, accidentes, incidentes, residuos, militarización, etc.

La gestión realizada por la compañía propietaria (TEPCO) y por las autoridades japonesas es además un claro ejemplo de cómo con la excusa de la alarma social se miente e intentada ocultar esta realidad:
-         Se tardó más de un mes en reconocer que el accidente tenía nivel 7, el máximo en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES).
-         Se negó la evidencia de que los reactores 1, 2 y 3 estaban parcial o totalmente fundidos, con la consiguiente expulsión de sustancias radiactivas pesadas de larga vida.
-         Se negó también la evidencia de que los reactores ya habían sufrido daños con el terremoto, y no sólo tras el tsunami.
-         Se tardó en refrigerar los reactores más de 20 horas.
-         Se retrasó la evacuación de zonas muy contaminadas más de dos semanas.
Hoy nos siguen mintiendo: Nos aseguraron que la situación estaba bajo control, pero se ha tardado casi todo este año en llevar los reactores a parada fría, incluso estos últimos días de febrero se han observado todavía aumentos de temperatura en el reactor 1.

Y entre mentira y mentira, ¿quién sufre las consecuencias? No es un tópico decir que las de siempre, a quienes hoy queremos recordar, solidarizarnos y luchar para que no existan más personas afectadas por accidentes nucleares en un futuro, luchar por conseguir cerrar todas las centrales nucleares y no soñar, conseguir un futuro energético basado en el ahorro, la eficiencia y de producción limpia. 

Hoy estamos aquí para recordar, sí. Para recordar a las miles de personas que han recibido grandes dosis de radiactividad. Unas por la tardanza, en su momento, en refrigerar los reactores más de 20 horas y retrasar la evacuación de zonas muy contaminadas más de dos semanas. Otras por que pese a vivir a más de 50 kilómetros de la central están recibiendo dosis superiores a las permitidas para el personal profesionalmente expuesto.

Hoy estamos aquí para recordar, sí. Por supuesto para recordar a los liquidadores de Fukushima. Las más de 1.300 personas, muchas de ellas voluntarias, que con un ejemplo de generosidad al poner por delante las vidas y la salud ajenas a las propias, han trabajado para reducir en lo posible las consecuencias de la fuga radiactiva. Cómo contrasta su valerosa actitud con la de la ejecutiva de TEPCO.

Hoy estamos aquí para recordar, sí. Para recordar a toda la población que se verá afectada en un futuro. La contaminación se ha detectado ya en alimentos como arroz, espinacas, vacuno, algas y pescados. En el caso de estos dos últimos la contaminación procede de los vertidos accidentales y controlados de miles de toneladas de agua radiactiva. Los efectos de estos vertidos son imprevisibles, puesto que nunca antes se había producido una contaminación del mar tan intensa.

Nos decían que sucesos como los de Chernóbil no podían repetirse en países con mejor tecnología. Pues ha pasado. Se ha dado en Japón, una potencia tecnológica de primer orden y un país cuyo régimen pasa por estar homologado a las democracias occidentales. A pesar de eso, no se ha podido evitar este accidente, ni se han controlado sus efectos, ni se ha evitado la mentira.

Pasó en Chernóbil (Ucrania), pasó en Harrisburg (Estados Unidos), pasó en Fukushima (Japón) y no queremos que vuelva a pasar en ningún otro punto del planeta. Por eso, reafirmamos nuestro empeño en luchar contra la energía nuclear, pedimos el cierre escalonado de todas las centrales nucleares, y queremos empezar por las que más nos preocupan: centrales obsoletas que han completado su vida útil prevista y que a pesar de ello siguen en marcha. Centrales que de producirse accidentes como los aquí recordados, tendrían tremendas consecuencias para nuestra ciudad. Centrales como Garoña y Cofrentes. La primera además, gemela de Fukushima.

Hoy, con la plantación de este cerezo, el árbol que en Japón simboliza con su floración el paso del tiempo, queremos rendir homenaje a todas las víctimas de Fukushima, a toda la población afectada, y tenerlas en un recuerdo constante que evite otra tragedia, que apueste por un futuro sin centrales nucleares.

¡Gambatte, kudasai

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